lunes, 5 de septiembre de 2011

Anita

Podría decir que realmente la conocí cuando ella tenía 80 años porque los recuerdos que de ella tenía antes eran meras ráfagas que cruzaban fugazmente por mi memoria. Recuerdo sus meriendas excéntricas: fresas con nata, queso curado en aceite con aceitunas negras y pan o tacos de jamón expresamente escogidos en, como ella seguía llamándole, el economato.
El olor a polvos de arroz mezclado con la naftalina y las barras de labios de una infinita gama de rojos cuidadosamente guardadas en el armario; como un tesoro al alcance de mis manos de niña de 5 años.
Después de mucho tiempo, el azar nos unió y nos encontramos viviendo bajo el mismo techo. Cuando ella ya nada tenía que ver con aquella mujer mitad actriz, mitad jovencita provinciana de las fotos de antaño. Cuando era aquella mujer que disfrutaba con las películas gore de serie B o las de Chuck Norris -hecho que contradictoriamente, más que repelerme me intrigaba. Y fue entonces, mientras la tenía a mi lado en el sofá, cuando fui consciente de que por aquellas manos retorcidas como ramas centenarias corría mi misma sangre, de que aquella mujer había sido y seguía siendo mi abuela, la madre de mi madre, la bisabuela de mi hijo.
Anita la llamaban pese a sus 86 años y su caminar cansado. Anita nos dejó el sábado por la noche con el día ya cumplido y hoy nos hemos despedido definitivamente de ella. Pese a que la conocí poco - aspecto que siempre me ha pesado de una manera inconsciente - siento el vacío que ha dejado, no sólo en su hija, también en su nieta y, posiblemente, en su bisnieto pues siempre es bueno tener a los abuelos cerca para que sus palabras o, en mi caso, sus silencios hagan que el pasado no nos pese y , por contra, se convierta en un elemento más de crecimiento.
Para mí Anita seguirá evocándome a comer fresas con nata un día porque sí y la recordaré siempre aquella tarde de verano cuando sonreía con mi niño en brazos.
No creo en otras vidas pero si en la capacidad de la memoria para revivir a las personas.
Anita siempre estará en mi recuerdo, en mis manos que serán otras ramas sin dejar de ser las suyas.

1 comentario:

  1. Señorita Llampuc, siga usted por estos derroteros que lo hace requetebién.
    Muchos besos y mil abrazos.
    Doña Pepa.

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